Ejemplos prácticos de cómo traumatizarse en la infancia.

Querido y bien hallado genio del mal, brillante mente criminal, aspirante a futuro conquistador del mundo... y además padre o madre de familia. Te dedico esta entrada. De nada.

Imagina que planeas una excursión divertida con tu hijo. Decides ir a pescar (que todo el mundo sabe que es algo muy entretenido pues esperando y esperando y esperando en completo silencio a que pique el pez se te pasan las horas volando). En esas que el incauto animalillo acuático cae en la trampa y muerde el anzuelo.

¿Qué hacer en ese momento para traumatizar de por vida a tu pequeño?

Déjale la caña.

(Al corro de la patata, comeremos ensalada...)

Esto también te sirve para que el niño haga ejercicio, que es sano, pues mientras se asusta con el pescao te recorre los mil metros lisos dando vuelta tras vuelta en su intento de escapar del barbo asesino.

Claro que, luego puedes encontrarte con el problema de que tu retoño ya no va a querer hacer nada contigo, ni excursiones, ni viajes, ni la declaración de la renta. Es más, con el trauma lo mismo se convierte en un auténtico pasota, casi un mueble mas de la casa que sólo come y duerme. Aunque tú, oh villano entre los villanos, eres experto en las más sibilinas técnicas de persuasión y sabes de qué forma lograr una pronta respuesta suya (y quizá cambiarle un trauma por otro).

(Y luego dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. Si, seguro...)