Hoy vamos a aprender a usar el baño público...

Que, así, a priori, puede parecer sencillo pero no lo es tanto. Lo primero que hay que hacer es fijarse bien en los simbolitos que especifican si el baño es para el sexo femenino o el masculino. Los hay más sutiles...

...y menos...


...pero mientras te aclares, no hay problema.

Si tienes alguna urgencia inesperada y necesitas de ayuda, asegúrate que la persona que te acompañe al servicio sea de tu entera confianza (No vayas al baño con la ex novia de tu chico, con el que todavía está obsesionada, y que es, además, campeona de culturismo porque puede ser perjudicial para tu salud).

La curiosidad puede ser un signo de inteligencia pero mirarle la churra al que está a tu lado mientras mea puede ser signo de que no tardando mucho vas a tener que pedir cita con el dentista para que te haga unos dientes nuevos.

Comprendo que hay baños públicos que tienen un aspecto terrible, dan auténtico pavor...

Pero seguro que hay alguno medio decente que casi-casi te recibe con una sonrisa (Aunque igual eso también asusta ligeramente)...

Y, una vez bien elegido el baño, cualquier precaución es poca...

Sobre todo, agárrate bien...

No, no exagero... Recuerda a María Sarmiento, que se fue a cagar y se la llevó el viento (Lo que no se especifica en su leyenda es de qué tipo de viento se trataba, que igual lo que pasó fue que tenía un serio problema de gases y salió disparada a propulsión como un cohete).

Cuando hayas acabado y tirado de la cadena...

¡Lávate las manos!.

Que una cosa es que seas una persona muy abierta y te entregues por entero a los demás y otra muy distinta es que les restregues tu trasero a los demás.

¡No me seas guarr@!.

Pero, por encima de todo...

Antes de hacer nada...

Lo más importante de todas las cosas...

¡Acuérdate de mirar si hay papel de váter!

Y que sea suave, que algunos raspan un poco...